SESENTA AÑOS DE ZOZOBRA
Era el esplendor de los años cuarenta.
y por una oligarquía salvaje, insaciable–
o se refugiaban en las montañas
para proteger sus vidas.
ya estaba establecido.
En las montañas, lejos de la amenaza y la represión,
y las autodefensas.
con una democracia sin créditos,
sesenta años de zozobra
y miles de cicatrices imborrables,
se intentan cambiar por contienda política.
Se intenta cambiar la violencia y los fusiles
por el sueño de pagar la deuda social:
más de diez millones de labriegos en la extrema pobreza
y una patria que ocupa los primeros puestos
Ahora
con la luz del alba se espera la paz,
el esplendor va a llegar.
YERROS
1
Somos
blanco de nuestros propios yerros,
yerros
que caen como lluvia transparente
en
el templo oscuro de la memoria.
Colorean
los sentimientos malos
los
amores flacos y espinosos,
las
puertas que se abren y las que se cierran.
Los
yerros cortan el tiempo entre la vida
y
la muerte, ahogan la conciencia,
nos
impiden llegar hasta la cumbre.
2
Entre
espacios y visiones precarias
prevalece
la mentira,
el
hombre se hace su cómplice
se
deja plagar de su desdén.
Cada
quisque saca su antifaz
con
el metro de su falacia,
y
todos andan al acecho
entre
amenazas y dientes afilados.
3
Me
duelen las carnicerías
las
huesas comunes
los
grillos y las cadenas.
Los
deseos oscuros
que
seducen al hombre,
los
tejemanejes,
la
distracción demagógica
y
la fantasía democrática.
Sudo
mis dolores,
me
enfrento al poder oscuro
y
a las falsas doctrinas.
Mis
armas, las palabras,
moldean
el pensamiento
y resisten
el acento feral.
INDI-GENTES
Con
ojos de gallo en los pies,
vestidos
con harapos de abandono
andan
y desandan las calles.
En
las bolsas oscuras,
donde
el hombre de prestigio
esconde
la verdad,
donde
deja las escorias
rebuscan
el sustento.
No
conocen el cielo raso
no
tienen Dios...
nadie
los espera.
En
las escalinatas
mordidos
por el hambre,
tirados
sobre espumas de cartón
esperan
la lumbre que los redime.
A
MI TAMBIÉN ME MATARON
Estoy
muerto en vida
entre
muchos que murieron...
con
mi pulso tenso empuño mi cálamo
y
con las alas de la inspiración
con
mi bastión de palabras
me
levanto de las escombreras.
SOÑADOR
Como islas expulsadas
por las fuerzas erosivas,
nazco
de las ondas.
Mi alma, esencia indefinida,
vive
el sueño del pensamiento aéreo.
Y ante
la ensoñación, como Ícaro,
en
el eterno instante de su vuelo,
siento
el placer de subir
y
el vértigo de bajar.
En el espacio mítico,
entre los héroes de la fantasía
todo prevalece y se encumbra.